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jueves, 25 de diciembre de 2014

TRAVESÍAS



PARÍS

      Walter Benjamín escribió que un artista como Atget pasó por alto «las grandes vistas y los llamados monumentos característicos», aunque jamás olvidó perpetuar una larga hilera de hormas de zapato, es decir los patios interiores del París de principios de siglo, donde desde la noche hasta la mañana reposaban apretadas filas de carretillas, ni siquiera el burdel de ciertas calles conocidas. Resulta remarcable que casi todas sus imágenes aparezcan vacías: hoy calificaríamos su trabajo de surrealista, preparó ese saludable movimiento por el cual el hombre y el mundo que lo rodea, se convierten en entidades extrañas.
      Euène Atget (1857-1927) fue el fotógrafo del viejo París. Entre 1897 y 1927 supo fijar en sus imágenes las huellas de la historia. Luz y escritura capturan y fijan las espectaculares transformaciones de la ciudad que, urbanísticamente, había desarrollado antes el barón Georges Eugène Haussmann, olvidando el carácter único y efímero de los edificios del París histórico. Su tarea cotidiana, su profesión, también su vocación, fue rastrear con su cámara esas transformaciones en una metrópoli moderna. Andreas Krase y Hans Christian Adam recogen en, Paris. Eugène Atget (Taschen, 2008), un curioso álbum que podría denominarse, «Yo poseo todo el viejo París», y cuyos negativos, el propio Atget, ofreció al Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes para que quedara asegurada la subsistencia de los mismos: prostíbulos, escaparates, parques, escaleras, interiores, vehículos, castillos, oficios, vendedores, comercios y escaparates, objetos en general, incluso habitantes de extramuros se muestran en estos singulares archivos de la mirada.  



          Sábado, 21 de enero, 2012; pág., 8

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