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jueves, 11 de diciembre de 2014

TRAVESÍAS



MAESTROS

    El pasado mes de septiembre se llevó a dos maestros de quienes, en los convulsos años 70, en la recta final de la dictadura franquista, y al comienzo de una joven democracia, vivíamos con mucha expectación, en una universidad convulsa, el cambio que se avecinaba, y percibíamos en sus textos, libros y manuales, atisbos de un concepto nuevo de mirar la literatura. Con mucho dolor nos referimos al clásico Martín de Riquer, medievalista y trovador, y al significativo, Carlos Blanco Aguinaga, una de las voces más críticas y sociales de la literatura española del reciente siglo XX.
     El filólogo, medievalista e interprete del mundo cervantino, Martín de Riquer, erudito de las letras castellanas, nos dejó a la no despreciable edad de 99 años, y nos lega su memorable edición de El Quijote (1944), o Para leer a Cervantes (2003), porque siempre sostuvo que el texto de Cervantes era una novela de aventuras cómicas escrita por un competente lector de libros de caballerías. Su pasión medieval le llevó hasta el ciclo artúrico, a estudiar la heráldica catalana y castellana, o incluso a escribir sobre torneos, justas y las panoplias de los caballeros medievales. Monumental resulta la lectura de Reportajes de la Historia (2010), donde geografía y cronología ofrecen una variadísima visión de conjunto. Carlos Blanco Aguinaga acuñó desde sus comienzos el calificativo de autor social porque su Historia social de la literatura española (1978) nos devolvió la confianza a los inquietos estudiantes de la época cuando aun creíamos en la literatura como forma de conocimiento. Blanco Aguinaga se convirtió en la voz de América y de los novelistas de entreguerras, Ensayos sobre la literatura del exilio español (2006), y nos acercó a Vallejo, Martí o Nicanor Parra.


               Sábado, 26 de octubre, 2013; pág., 8

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