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martes, 3 de febrero de 2015

TRAVESÍAS



ANTONIO MUÑOZ MOLINA



     Los libros de Antonio Muñoz Molina (Úbeda, Jaén, 1956) expresan “los grandes cambios que han tenido lugar en España durante su transición de la dictadura a la democracia y han expuesto la traumática memoria colectiva”, ha manifestado el portavoz del Premio Literario Bienal de Jerusalén, un galardón que hasta el momento han conseguido autores de la talla del inglés Ian McEwan, el japonés Haruki Murakami o el sudafricano J.M. Coetzee. El otro español galardonado fue Jorge Semprún, en 1997. El jurado destacó además, “la simpatía que Molina expresa por los exiliados y los que sufren. Aquellas víctimas de las revoluciones históricas”.
    Por los 80 vivimos en las mismas calles y plazas de Granada, él siendo funcionario del Ayuntamiento de la ciudad, y yo universitario de la Facultad de Letras, que leía los textos periodísticos que, posteriormente, recogería en su Robinson urbano (1984). Luego llegaría, Beatus Ille (1986), una excelente primera incursión en la narrativa que aportaba una multiplicidad de narradores, y una gran cantidad de información sobre el pasado español en la figura de un olvidado poeta, Jacinto Solana. Después, El invierno en Lisboa (1987), Beltenebros (1989), o las espléndidas, El jinete polaco (1991) y Sefarad (2001), una galería de mujeres y de hombres, excluidos durante parte de su vida, víctimas de ese estremecedor proyecto destructivo de persecuciones, ideológicas y/o políticas de la primera mitad del siglo XX; y, después, El viento de la luna (2006) y La noche de los tiempos (2009). Y, en su último libro, reivindica El atrevimiento de mirar (2012), una colección de nueve ensayos sobre arte y artistas: textos de conferencias o catálogos de exposiciones, su particular mirada al mundo, donde ética y estética se traducen en conciencia y percepción. 



              Sábado, 2 de febrero, 2013; pág., 8

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