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miércoles, 11 de marzo de 2015

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David Roas

O
Odio
   “Por lo común, tan solo odiamos a los que no podemos despreciar”.
                                                                Madame D´Arconville
Bienvenidos a Incaland 



OTRAS GEOGRAFÍAS
        David Roas (Barcelona, 1965) ha dirigido su amplia mirada literaria en direcciones tan variadas y variopintas como el estudio y ensayo literarios, el relato y el microrrelato, la crónica y la novela o narrativa extensa, además de dirigir un Grupo de Estudios sobre lo Fantástico, un género especialmente representado en su currículo. Y de vez en cuando, al margen de su vocación didáctica e investigadora, nos sorprende con una nueva colección de cuentos con títulos tan festivos como, Horrores cotidianos (2007), Distorsiones (2010) e Intuiciones y delirios (2012), y ahora nos lleva con Bienvenidos a Incaland (2014) a un alucinante viaje por el Perú más emblemático, incluida la especial relación que el escritor establece a lo largo del país con tan genuinos animales como las llamas o las alpaca, a saber, de aspecto y malas intenciones parecidas, un libro que en palabras de Fernando Iwasaki, introductor del volumen, “forma parte de un alucinante inventario porque en el libro hay una trama fantástica secreta”.
        Roas nos sitúa y nos aproxima a su aventura peruana al comienzo del libro, siete días en Lima, trabajo y placer, y cinco días más en Cusco, a cuenta propia y entre las ruinas de Saqsaywamán y Machu Pichu, aunque antes se sumerge en la vorágine de coger un taxi para llegar desde el aeropuerto al hotel y el caos a que se ve sometido hasta llegar a su destino. Hasta aquí, pasadas unas páginas, el texto se convierte en una crónica viajera al uso, en realidad no muy al uso porque David Roas, incluye el sarcasmo y la ironía habitual en muchos de sus textos, pero la colección da un vuelco cuando leemos “Walk on the wild side”, el robo perpetrado por el protagonista y sus amigos locales, en un museo, donde se exhibe la máquina de escribir con la que don Mario Vargas Llosa escribió sus primeros libros, y que nos lleva a pensar que Roas fantasea y se trata de un texto de ficción pura, con el final feliz de una gamberrada. Y el resto, el perfil de un país, de una ciudad, Lima, y especialmente notable la descripción de los enclaves turísticos donde chavales tratan de buscarse la vida, posando con sus llamas, intentan que sean retratados por los guiris por el módico precio de un dólar, o admirando la huella de los conquistadores, aunque ya destroza la grandiosidad original, y el desprecio de la moneda local, el sol, en detrimento de la poderosa moneda yanki, las músicas locales, alimentos y prendas características, mientras el viajero se mueve en la nebulosa de las ensoñaciones, la resaca de abundantes cervezas Cusqueñas, y lo que no perdona, los tres mil metros de altitud que le hacen, por momentos, sentirse extraño para distinguir el principio de realidad y el estado delirante o de alucinación permanente.
        David Roas ha viajado hasta Incaland y ha visto como una llama (¿o acaso la alpaca?) le mira con desprecio y maldad, con su hocico siempre dispuesto para arrojarle un enorme escupitajo, convencido de la maldición de la diosa-alpaca (¿o son llamas?) de cuya mirada ya nunca podrá desprenderse.














BIENVENIDOS A INCALAND
David Roas
Madrid, Páginas de Espuma, 2014

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