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miércoles, 29 de abril de 2015

Dalmau/ Piña



S
Secretos
“Nadie guarda mejor un secreto que el que lo ignora”.
                                                  George Farquhar
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El malestar en la literatura
¿Qué tal la mala puta?
Réquiem por la literatura española



Miguel Dalmau y Román Piña escriben un breve, estridente, tendencioso, crudo y apasionado alegato sobre el mal que aqueja a la literatura, y más concretamente a las circunstancias que rodean al mundo literario, especialmente desde la perspectiva de los últimos años; mejor aun, en las 257 páginas en que se concreta, La mala puta. Réquiem por la literatura española (2014), se recrimina el mal ejercicio de buena parte de la industria literaria sin dejar de lado ninguno de los aspectos que tienen que ver con el complejo mundo del libro y sus derivaciones: editores, librerías, agencias, críticos, la suma que, como señala Dalmau, se convierte la “autopsia de toda una dama en apuros”, y con una crudeza que, desde su experiencia personal, ofrece un sinfín de ejemplos de corporativismo, amiguismo, corrupción, una crítica vendida y poco edificante, editores incapaces e incultos; en realidad, un complejo entramado en torno al mundo del papel y la constatación de que, efectivamente, la literatura española estaría a estas altura muerta o agonizante.

Autopsia a una dama en apuros
Es verdad que, Dalmau, equipara los males de la literatura española a los de cualquier otro aspecto de la realidad cultural española, léase el resto de artes y espectáculos, y habría que señalar que su parte está centrada en sus vivencias personales, y resulta más virulenta y, por consiguiente, más discutible pese a sus logros pasados en espléndidas biografías de los Goytisolo y Gil de Biedma.
Desde el punto de vista de la crítica, no todos somos “Ignacio Echeverría”, o “Miguel García Posada”, o incluso el omnipresente, “Rafael Conte” y no todos nos debemos a una empresa editorial o quien dictamine qué y cómo debemos comentar un libro; otros, quizá desde provincias, cuantificamos y ejercemos una crítica honesta y libre de presiones mediáticas que solo pretende servir de vaso comunicante entre autor/ libro y libro/ lector sin que por ello haya que justificar que provenga de tal o cual gran empresa editora; es más, nos sentimos y nos mostramos en plena y absoluta libertad de nuestros actos a la hora de plasmar un juicio más o menos crítico sobre el libro leído, y nunca dudamos sobre aquel que no interesa, por su historia, estructura, estilo o cualquier aspecto que debamos pedirle a la buena literatura, provenga de donde provenga, y así queda relegado a la mesa de novedades y bestsellers donde, sin duda, encontrará su lector sin necesidad de una ayuda externa, o la recomendación de alguien que con algo de juicio interprete y lea esas páginas.



La trituradora de ilusiones
La parte de Román Piña es bastante menos extensa y cruda que la de Miguel Dalmau, y no por ella resulta menos interesante. Piña apuesta por una literatura no profesionalizada, y aboga por una amateur, por eso pone de manifiesto la “insaciabilidad de los autores”, y señala el caso de Ruiz Zafón y su relación con Planeta, y aun señala ejemplos de escritores que a lo largo de unos años consiguieron una determinada repercusión y, algo después, han sido vapuleados y olvidados, pasados a un segundo plano por la misma industria editorial que entonces los aupó. Y aun se pregunta cuántos autores españoles en la actualidad piensan en vivir de lo que escriben; y, como es bien, sabido, excepto algunos casos especiales que responden a ciertas dinámicas editoriales o, mejor aun, a oscuras influencias que, dudosamente, pueden considerarse que escriben buena literatura, casos de Juan Manuel de Prada o Espido Freire, ambos jóvenes con el Planeta a sus espaldas, concretamente con 27 y 25 años respectivamente.
Sustancioso el capítulo 6. Generaciones como chorizos,  y en los siguientes recuerda a toda una legión de escritores perdidos y olvidados por la industria editorial, el caso más sonoro: Pedro Maestre que sigue “matando dinosaurios con tirachinas”. O casos sangrantes como Pablo González Cuesta (1968) que entre 1996 y 1998 se situó en el panorama narrativo con una prometedora carrera y premios importantes como el Prensa Canaria o el March Cencillo, e incluso novelas en editoriales como Alba y Planeta y quien en los últimos años había desaparecido y en estos días reencuentro como Pablo Gonz, retirado en un voluntario exilio en Chile, desde la ventana de Facebook.

El libro
Un libro como La mala puta. Réquiem por la literatura española no deja de tener su espacio en el convulso panorama editorial/ libresco/mercantilista/ y literario porque pone el dedo en la llaga en algunas cuestiones que habría que replantear, y otros más personales, obedecen a ese “cabreo” mutuo de Dalmau/Piña que arrojan sus dardos y no se esconden; otra cosa será si, un libro así, encuentra eco en la prensa cultural de nuestros días. Y el libro, la verdad bien merece una oportunidad para quienes recordamos nombres y más nombres de este convulso panorama literario que, en ningún momento, pese a la opinión que Hemingway vertiera a Carlos Barral en un lejano verano de 1959, cuando el norteamericano afirmaba, ¿Qué tal la mala puta?


Miguel Dalmau/ Román Piña Valls; La mala puta. Réquiem por la literatura española; Palma de Mallorca, Sloper, 2014.  


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