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lunes, 23 de noviembre de 2015

Desayuno con diamantes, 62



                        EL MARAVILLOSO MUNDO DE OZ
       
      Las tradiciones populares, leyendas, mitos y cuentos de hadas han acompañado a la infancia a lo largo de todas las épocas—afirma L.Frank Baum—porque todo jovencito sano acusa una saludable tendencia instintiva hacia los relatos fantásticos, prodigiosos e irreales.



     Cuando Dorothy y Totó emprendieron el camino por el sendero de los adoquines amarillos, nunca imaginaron que su aventura se convertiría en un auténtico cuento de hadas que cautivaría durante todo un siglo a jóvenes y a adultos de todo el mundo. El cuento que L. Frank Baum ideó, El maravilloso mago de Oz (1900), agotó muy pronto los primeros diez mil ejemplares editados por la editorial de George M. Hill. En poco más de dos años, 1903, fue reimpreso y en el centenario del autor, en 1956, la cifra de ejemplares ascendía a más de cinco millones y hoy nadie podría asegurar la cantidad exacta editada y vendida por todo el mundo. La película realizada, en 1939, por la Metro-Goldwyn-Mayer  y protagonizada por Judy Garland es posiblemente la más citada en el mundo del cine y la más vista de la historia de Hollywood, aunque se realizaron numerosas versiones anteriores de cine mundo y fantasías musicales de teatro.
     Cien años más tarde, el estudioso Michael Patrick Hearn, ha realizado una interesante edición anotada del clásico de la literatura infantil y juvenil norteamericana aportando numerosas noticias en torno a la gestación del libro así como detalles de la vida y del resto de la obra de L. Frank Baum. Hearn señala que existen tres grandes relatos iniciáticos clásicos en la literatura estadounidense: Moby Dick o la ballena (1851), de H. Melville, Las aventuras de Huckleberry Finn (1883), de Mark Twain y El maravilloso mago de Oz (1900), de L. Frank Baum; en realidad, resultan tres textos muy controvertidos porque cada uno de ellos ha acarreado numerosas dificultades de todo tipo: Moby Dick fracasó desde su primera publicación y tanto el público como la crítica rechazaron el libro; solamente setenta años más tarde obtuvo el reconocimiento como una de las obras más singulares de la literatura de aventuras norteamericana; lo mismo ocurrió con Huckleberry Finn, prohibido y tachado de racista; y no menos le ocurriría a la aventura de la niña, el espantapájaros, el leñador de hojalata y el león cobarde, es decir, la historia de Oz, de quien se llegó a afirmar que era una deliciosa y absurda fantasía. 



Vida
     Lyman Frank Baum nació en Chittenango, N.Y. el 15 de mayo de 1856. Su padre ejerció diversos oficios a lo largo de su vida e incluso amasó alguna fortuna en la industria petrolera de Pensilvania. La familia se trasladó a Syracusa donde Frank, que fue un niño enfermizo, sensible e imaginativo, y sus hermanos fueron felices. Junto a Henry Clay compartió gustos literarios y se aficionó al periodismo, editando, junto a éste, The Rose Lawn Home Journal, una revista literaria de cuatro páginas; proyectó The Empire, junto a un compañero de colegio, una revista mensual de poesía, noticias sobre filatelia y temas de aficionados e incluso una revista del amante del arte de la filatelia titulada The Stamp Collector. Pasada su adolescencia tuvo que dejar sus fantasías periodísticas para dedicarse a los negocios familiares, primero venta de ropa al por mayor y más tarde, la cría de aves de pura raza, especialidad que le reportó un prestigio a nivel de todo el Estado. Pero abandonó estos negocios fascinado por el teatro, sobre todo influenciado por su tío y una tía profesora de dicción que lo animó para trasladarse a Nueva York y encontrar trabajo como galán en una compañía de segunda categoría. Estaba tan fascinado por el mundo del teatro que escribió varias obras para estrenar y obligó a su padre a construir un local que abrió sus puertas en diciembre de 1881, aunque algunos meses más tarde ardería completamente; ocurrió en el mes de marzo de 1882. Siguió con su carrera teatral y llegó a estrenar The Maid of Arran en mayo de 1882; continuó escribiendo obras que nunca estrenó. En diciembre de ese mismo año se casó con Maud Gage, una joven de veinte años, hija de la feminista Matilda Joslyn Gage; la familia se trasladó al Oeste, se asentaron en Aberdeen, estado de Dakota, un paisaje que acompañaría al escritor toda su vida. Allí abrió un pequeño negocio de novedades y muy pronto se dedicó al periodismo comprando uno de los periódicos de la localidad que él rebautizó con el nombre de Saturday Pioneer. El primer ejemplar salió a la calle el 25 de enero de 1890 y sobresalía la columna que el propio Baum escribía sobre los más curiosos acontecimientos locales.
        El escritor fue siempre un amante de la familia y el momento preferido de sus cuatro hijos era cuando el padre les leía en voz alta o les contaba cuentos. Muy pronto se inventó un país infantil de fantasía llamado Phunniland y surgieron, Cuentos de mamá oca (1897) y Aventuras en Phunniland. En 1898 conoció a William Wallace Denslow un ilustrador bohemio que había recorrido medio país en busca de fortuna y Baum pensó en él para ilustrar su libro de poemas Bajo la luz del candelabro (1898) y Padre oca, su libro (1899). Un año más tarde firmaron un contrato de colaboración y el gran momento de ambos llegó con la publicación de El maravilloso mago de Oz (1900). Baum continuó con la saga de Oz, trece libros en total, durante buena parte de su vida hasta que murió en Hollywood en 1919. Hoy, tal vez, nadie sabe cuántos ejemplares de El mago de Oz se han vendido ni cuántas nuevas ediciones se han puesto a la venta a lo largo de su primer siglo de existencia. 



El cuento

  El maravilloso mago de Oz salió a la venta a finales de mayo de 1900 y unas semanas más tarde, en junio, se imprimió la segunda edición, otros cinco mil ejemplares; en octubre de ese mismo año se habían alcanzado los primeros diez mil ejemplares. El maravilloso mago de Oz se convirtió en el libro infantil más vendido de la temporada navideña y siguió vendiéndose a lo largo del año siguiente. Hill, el editor, afirmó que se habían editado casi noventa mil ejemplares, aunque el dato no está lo suficientemente constatado. Contenía veinticuatro láminas a color y más de cien ilustraciones de texto con colores variados que lo convertían en el libro más lujoso de los editados a lo largo del siglo XX. Baum y Denslow corrieron con los gastos de las ilustraciones que, según constata Hearn, se reprodujeron en grabados de zinc o en planchas del mismo material y así se reimprimió el libro hasta el inicio de la década de los 20 cuando el desgaste acabó con las planchas y hubo que recomponer el libro completamente. La respuesta que tuvo el libro, sobre todo desde el punto de vista de la crítica, fue favorable aunque algunas malintencionadas opiniones lo comparaban necesariamente con Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas, sobre todo porque Carroll había muerto en 1898 y en Estados Unidos su libro había iniciado todo un marketing de literatura juvenil con las consabidas imitaciones. Otros críticos consideraron que El maravilloso mago de Oz era muy superior a lo que habitualmente leían los niños quienes—afirmaba, algún medio— «se van a volver locos con el cuento...», incluso un periódico de Filadelfia aseguraba que «No le falta una filosofía y un sentido satírico que proporcionará diversión al adulto e inspirará algunas ideas nuevas y saludables a los jóvenes». Tanto Baum como Denslow aprendieron de las quejas que podían encontrarse en un libro como el de Alicia: las ilustraciones. Denslow incorporó al libro muchas de sus ilustraciones más atractivas, aquellas que, según la prensa, tenían vida propia, con trazos resueltos y colores planos y sólidos.
        Con respecto al mago de Oz lo que, realmente, le interesaba a Baum era contar un cuento absorbente, buscaba la claridad en la expresión, en realidad pretendía escribir «cuentos modernos sobre hadas modernas». Los personajes de este libro pueden ser considerados como simbólicos y cuando nos metemos de lleno en el mundo de la simbología este concepto nos puede llevar a representaciones muy diversas. Podemos comprobar cómo además de la «valentía», la «inteligencia» o la «bondad», los tres personajes que acompañan a Dorothy representan el mundo animal, vegetal y mineral. Quizá Baum quiso expresar lo maravilloso de su país en una simbólica visión de la realidad o para ser más exactos, un maravilloso país «modernizado», al igual que pretendieran Irving o Hawthorne buscando una mitológica visión estadounidense indígena; Baum se adelantaba y buscaba formas nuevas y como señaló Edward Wagenknecht, el escritor enseñaba a los niños «a buscar el elemento maravilloso de la vida que les rodea, a darse cuenta de que incluso el humo y la maquinaria pueden transformarse en tradición maravillosa con sólo tener la energía y la visión suficientes como para descubrir su significado en transformarlos a nuestro gusto» Lo sorprendente, además, es que los adultos acogieran este libro infantil y sigan haciéndolo con el mismo interés que sus hijos un siglo más tarde.
     Cuando en 1902 se montó la fantasía musical El mago de Oz, Baum había perdido a su ilustrador y al editor pero la obra resultó todo un éxito. Se dedicó a nuevos proyectos y poco después intentó montar un nuevo espectáculo con una segunda parte que tituló Otras aventuras del espantapájaros y el leñador de hojalata. El libro tuvo, también, un enorme éxito, ilustrado por John R. Neill. A partir de este momento los Baum se hicieron ricos y consiguieron la fama. Los ingresos por todos los libros publicados sobre la tierra de Oz le proporcionaron una vida desahogada para poder viajar por medio mundo: buena parte de Europa y Egipto, país donde proyectó otra serie de títulos que nunca se publicaron, pero sí llegó a editar una novela de adultos titulada Los últimos egipcios que publicó, de forma anónima, en 1908. En París se interesó por el incipiente mundo del cine y muy pronto se empezaron a filmar películas animadas. La primera película basada en El maravilloso mago de Oz se estrenó en 1910, fue una versión muda dirigida por W.N. Selig, un pionero del cine caído en el olvido. Ese mismo año la familia Baum se declaró en bancarrota y tuvieron que trasladarse a Hollywood.
     L. Frank Baum llegó a escribir trece libros sobre el maravilloso mundo de Oz pero con La Ciudad Esmeralda de Oz en 1910 cerró su colección. Dorothy escribe una carta donde explica que no habrá más cuentos porque Oz queda aislado del resto del mundo por una barrera de invisibilidad que lo protege de todo daño exterior. En la «Introducción» Baum aseguraba que El maravilloso mago de Oz se escribió únicamente para complacer a los niños de hoy. Aspira a ser un cuento de hadas modernizado que conserva la magia y la dicha y deja de lado el sufrimiento y las pesadillas. En realidad, con esta afirmación trata de realizar un manifiesto por la liberación de la literatura infantil en Estados Unidos. El libro surgió cuando se pretendía renovar la literatura norteamericana del Oeste y sobre todo porque el autor  consideraba necesaria la independencia de la literatura juvenil, a comienzos del siglo XX, y el derecho que tenían los niños norteamericanos de buscar la felicidad en los libros.


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