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sábado, 11 de febrero de 2017

Luis Landero



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MUNDOS DE PAPEL            
        Luis Landero (Albuquerque, Badajoz, 1948) crea relatos con un extremado sabor clásico y de un alcance intemporal. Ocurría en Juegos de la edad tardía (1989) que ya reflejaba el gusto por contar. Recordemos, una vez más, que la novela se entiende como un juego artístico, un artificio verbal, un conjunto de ideas, con una determinada disposición de elementos, la historia que un narrador presenta, con las posibilidades de hacerla creíble y mostrar su imagen del mundo; lo demás, resulta un espejismo para justificar una obra desmesurada. La narrativa de Landero apunta desde sus primeras líneas a un sistema literario que, de alguna manera, alimenta un espacio particular, una difícil convivencia entre lo fantástico o lo soñado, lo real y lo cotidiano, un juego que mezcla vida y literatura. En Hoy, Júpiter (2007), su última y esperada entrega, se reconocen algunas de esas constantes ensayadas: la idea del doble o la literatura dentro de la literatura. Dos novelas componen, en realidad, esta nueva apuesta del extremeño: la historia de Dámaso Méndez, ambientada en un espacio rural, aunque con esa indeterminación localista que supone una geográfica sin especificar, ejecutada con todos los elementos a su alcance y con el acertado sentido último que quiere darle a su historia: el odio, convertido en venganza a lo largo de esta ficción. En realidad, la crónica de una rivalidad, padre e hijo; un relato plagado de silencios que el lector disfruta porque, a través de ellos, discurre la vida del niño que nunca sabe cómo agradar al padre, pero vive en sus ensoñaciones y descubrirá la angustia cuando aparece en escena Bernardo, ¿el triunfador?, con el que experimentará otras sensaciones; en realidad, un héroe absurdo, un fracasado esencial, eje secundario de todo el argumento, consecuencia final de una disipada vida. Y de otra, la historia de Tomás Montejo, un joven profesor de instituto, intelectual con numerosas aspiraciones en su existencia personal que, un día, ensimismado en su espacio académico, descubre a Marta, una lolita, con la que vivirá un amor maduro y, una vez cubierta esta etapa de su vida, se encaminará a buscar esa otra realidad que pueda convertir en una novela.
        Landero maneja con habilidad su relato, el de Dámaso Méndez con mayor soltura, profundizando en la condición humana, con evidentes resonancias bíblicas, aunque uno y otro protagonista, con hermosos ejemplos de personajes secundarios, desarrollan buena parte de su vida en capítulos pares e impares, y así la doble historia de Dámaso y Tomás corre parela, aunque con propósitos distintos, para que, una vez desarrollada esta inmersión vital, se produzca el encuentro final, cuando ambos personajes se cuenten sus propias vidas, quizá para aligerar las desdichas mutuas, como afirma Tomás. Y surge porque, ambos personajes, se conocen en una apasionante búsqueda en la que Dámaso se verá auxiliado por su joven amigo para justificarse y, Tomás, de alguna manera, también, para poner en orden esos papeles que ha ido acumulando en carpetas y forman parte de su yo más personal. Aunque, como señala en las últimas páginas, comparada su existencia con la de Dámaso, con un aura trágica y novelesca, la suya le parece entonces un mal folletín o un drama grotesco donde los personajes parecen títeres carentes de verdad.
        El odio, que se extiende por toda la novela, es una de esas interesantes pasiones,  prohibidas pero muy literarias, que nadie se atreve a proclamar y, cuando esto ocurre, la única salida posible de escapar es, la venganza o la purificación. Un fondo de tristeza y de melancolía recorre el relato que no está exento de cierta ironía y de cierto humor trágico, como el que se percibe al recomponer la vida poliédrica del desafortunado Berny Pérez, en realidad, un impostor con una determinada causa que, como no es inteligente, no aprovecha, motivo y consecuencia, además de la trágica existencia del personaje Dámaso Méndez. Y para terminar el relato, una acumulación de elementos que permiten reafirmarnos en la presencia de esa parodia de la que se sirve Landero para hilvanar toda su trama.








Luis Landero, Hoy, Júpiter; Barcelona, Tusquets, 2007; 400 págs.

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