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sábado, 30 de septiembre de 2017

Cristina Cerrada



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ÁNGEL CAÍDO
      
       Cristina Cerrada (Madrid, 1970) aborda en su novela, Anatomía de Caín (2010), el desafío de reinterpretar el mito bíblico que, en realidad, ella convierte en una historia triste, de personajes con vivencias en constante decadencia y cuyos sentimientos provocan en ellos mismos una relación de traumáticas consecuencias que, tal vez, sirvan de botón de muestra, o retrato de nuestra sociedad actual. El protagonista (Caín) es un joven vigilante que sueña con convertirse en escritor y lleva siempre una libreta donde apunta ideas para un gran cuento: transcribir en papel los sentimientos de una mujer, pero no de una sola sino las de toda la humanidad. Forma parte de una familia desarraigada, vive con un padre inválido, y su madre y Abel abandonaron el domicilio algún tiempo atrás. Por este motivo, el protagonista odia en gran medida a su hermano, sobre todo porque había sido el favorito y siempre se mostró ejemplarmente delicado y solidario, incluso años más tarde sigue siendo un personaje extraordinario, un famoso presentador de éxito, aunque un suceso hará que la historia de ambos cambie repentinamente, y afloren algunos supuestos de deseo y traición, incluso cierto rencor, celos y deseos de ver muerto al hermano.
       Desgranando página a página, la psicología de estos personajes que, sin duda, están marcados por su pasado, por las relaciones vividas y por el trauma que presupone el destino futuro, permite a Cerrada hilvanar al hilo de esta historia central, frente a su aportación elemental de recrear el mito, y surgen otros relatos paralelos que, como iremos sabiendo, forman parte de la imaginación de la escritora. Aparecen personajes que, aparentemente, solo están en su mente, son criaturas forjadas para configurar la escenografía de un mundo donde las pasiones y los sentimientos se parecen a los vividos por el propio autor y que le otorgan a la novela una dimensión mucho más amplia y en la que confluirán esas historias paralelas que Caín pretende contar, su visión particular sobre el mundo de la mujer, el caso de una enigmática Dalila. Resulta curiosa la intención de Cristina Cerrada luciendo una escritura casi lírica buscando, de alguna manera, alguna luz interior que ilumine el falso nihilismo de su personaje y, además conviene subrayar una particularidad más a este relato: una finísima pluma femenina relata el proceso de conciencia de un joven, quizá porque Cerrada ya muy alejada de esos convencionalismos de una literatura femenina al uso, huye de esa necesidad de hablar en nombre propio y el cambio de dirección que emprendió desde sus primeras novelas, revela que la creación literaria es un fenómeno humano que hoy en día confirma esa igualdad de la que hacen gala nuestros políticos y es a los novelistas, independientemente de su condición física, a quienes les corresponde indagar en el sentido de la existencia.








ANATOMÍA DE CAÍN
Cristina Cerrada
Madrid, Ediciones Baladí, 2010

viernes, 29 de septiembre de 2017

Annabel Pitcher



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UN PEQUEÑO VALIENTE
              
       Las historias, en ocasiones, se traducen en sensaciones que provocan en el lector un efecto tan conmovedor como divertido, sobre todo si la capacidad de transcripción del escritor logra cautivar con su prosa, y el artificio de la misma, a quienes se acerquen a su libro. Annabel Pitcher (Yorkshire, 1982) es una perfecta desconocida que tras viajar por algunos extraños lugares del mundo, ha publicado, Mi hermana vive sobre la repisa de la chimenea (2011), una asombrosa fábula sobre algunos de los aspectos más incongruentes de nuestro mundo y, por extensión, sobre los conceptos de tolerancia humana y el amor, sin que medien intereses algunos.
       Jamie es un niño de diez años, que se ha mudado con su hermana Jasmine y con su padre a las afueras de Londres. También se han llevado a Rose, la gemela de su hermana Jas, que vive sobre la repisa de la chimenea, o al menos parte de ella: murió en el atentado terrorista islámico del 9 de septiembre en la city londinense. Pero ya han transcurrido cinco años y, durante todo este tiempo, Jamie, no ha conseguido llorar. Según nos cuenta en su relato, las cosas en general no van bien: la familia se ha ido destrozando poco a poco, su madre vive con Nigel ahora, y a él mismo lo han cambiado de ambiente y de colegio, se sienta al lado de la única musulmana de la escuela: Sunya, a quien no debe acercarse, precisamente, por su condición religiosa, a esto podría añadir que su padre bebe cada día más, y que su hermana Jasmine ha dejado de comer. La historia avanza en torno al concreto mundo de Jamie y sus sentimientos, pero sobre todo echa de menos a su madre, la suya es una mirada inocente, aunque con la suficiente fuerza para mostrarnos la irónica visión de un mundo de adultos alejado de buenos sentimientos, y con no menos sensaciones extrañas cuando las circunstancias marcan de alguna manera nuestra vida, en este caso la del protagonista y su familia. Si aun fuese poco, su padre no le deja acercarse a la única amiga que ha encontrado, Sunya, y con quien comparte algunas de las horas del colegio, aunque también está Daniel que hace todo lo posible por complicarle la vida. A medida que avanza el relato, el protagonista no ha soltado una lágrima y finalmente lo hará cuando encuentre muerto a su gato y asuma esa cruda realidad.
       Jamie intenta que todo vuelva a ser como antes convenciendo a su hermana para que asistan, como un dúo, a un programa de televisión, pero el efecto resulta ser el contario tanto para él como para su familia, afectados por el recuerdo de Rose. Solo a partir de este momento, su padre reacciona, promete ir dejando la bebida cuando, por fin, se da cuenta de que tiene aun dos hijos a quien querer y educar. Annabel Pitcher logra contar una historia conmovedora y tierna, desde la difícil perspectiva psicológica de un niño de diez años que inicia un ejemplar proceso de maduración.






MI HERMANA VIVE SOBRE
LA REPISA DE LA CHIMENEA
Annabel Pitcher
Madrid, Siruela, 2011

miércoles, 27 de septiembre de 2017

Hoy invito a…



Carmen Canet
De tierras y pasiones



     Las beguinas tuvieron tanta fuerza y potencia que influyeron, no solamente en la mística de su tiempo, sino la de siglos posteriores.
   El secreto de las Beguinas, de Pedro M. Domene, cuenta dos historias cuyo tiempo y espacio se entrelazan: el Flandes de los Tercios y la actualidad

       Esta es una narración histórica con todos los ingredientes de las novelas de misterio, en donde el escritor, profesor y crítico Pedro M. Domene (Huércal-Overa, Almería, 1954) nos presenta su cuarta entrega,  El secreto de las beguinas. Sus anteriores libros están dedicados a un público lector juvenil: Después de Praga nada fue igual (2004), Conexión Helsinki (2009) y Las ratas del Titanic (2014). Ésta es una novela diferente, un giro total a su trayectoria narrativa, la historia como telón de fondo y otro público más amplio. Su lenguaje y trama se complican, pero cualquier joven avezado en la lectura y amante de la historia podría adentrarse en ella. Sus narradores son dos jóvenes estudiantes del siglo XXI que investigan unos acontecimientos acaecidos en el XVII (cuyo lenguaje de época está actualizado). Es un relato histórico repleto de intriga y de descubrimientos, con un marcado carácter didáctico.

       Entre los siglos XI y XIV el Occidente medieval vive una serie de transformaciones de carácter sociocultural, económico y espiritual que permiten a los historiadores connotar el período de apasionante. En el ámbito de la espiritualidad estas transformaciones tuvieron como protagonistas a laicos y laicas de todos los estratos sociales que protagonizaron una auténtica rebelión contra el poder establecido, y por extensión contra la Iglesia acusándola de tener un gran poder temporal, alejándose de los ideales evangélicos, y de excluirlos, precisamente por su condición laica, de la vida religiosa, reduciéndolos a un universo puramente material. Y esta actitud dio lugar a una gran proliferación de movimientos de renovación espiritual, dentro y fuera de la ortodoxia, y comportó una ruptura con el orden establecido por la Iglesia; pero una ruptura que para las mujeres fue doble: en tanto que laicas y en tanto que mujeres.


       La presencia de las mujeres prevaleció en todos estos movimientos e incluso crearon una corriente de espiritualidad desde ellas y para ellas, con una total autonomía respecto a los hombres, y fue una corriente que ellas dotaron de tanta fuerza y potencia que influyeron, no solamente en la mística de su tiempo, sino la de siglos posteriores: las beguinas. El de las beguinas es un movimiento que nace a finales del siglo XII en un ámbito geográfico concreto, Flandes-Brabante-Renania, que se extiende con rapidez hacia el norte y el sur de Europa, y en cuyo seno encontramos mujeres de todo el espectro social cuyo único deseo es el de llevar una vida de espiritualidad intensa, pero no de forma claustral, como estaba sancionado socialmente, sino plenamente incardinadas en las ciudades entonces emergentes.
 
       En sus 28 capítulos se cuentan dos historias cuyo tiempo y espacio se dan paralelamente. Se desarrolla en Flandes con los Tercios como escenario. Con la técnica de la analepsis, alterna la narración conectando con los distintos momentos del pasado. Esta forma de enlazar los capítulos nos lleva a que nos traslademos de un espacio a otro pese a los cuatro siglos que los separan. Dibuja con precisión las distintas escenas y lo hace a través del flash-back, recurso muy utilizado en el cine y en la narrativa. Nos cuenta cómo estos dos investigadores y hermanos, Diego y Jorge, emprenden una indagación sobre los hechos que ocurrieron en los beguinatos de Brujas. Está escrita en primera persona, pero utiliza, sin embargo, la tercera persona para narrar la historia real de los sucesos en los que se basa. Todo está medido, en un juego magistral de espacios, de correlaciones, que nos llevan por un mismo paseo pero con distintos personajes. Singular la coincidencia, también, de los nombres de los hermanos protagonistas, Jorge y Diego, con los del joven oficial español herido de la otra historia, Jorge de Deza y el joven clérigo, secretario del Tribunal, Diego de Santo Domingo. Al igual que Elizabeth, novia del joven Jorge, es también el nombre de la dama del beguinato que cuida y se enamora del capitán enfermo. Pedro M. Domene sabe llevar ese juego de planos, con esos guiños en tiempos dispares de una manera ingeniosa

       La historia respira con nosotros, avanza y hace que la habitemos, nos introduce y nos hace partícipes tanto en un espacio como en otro. Desde el punto de vista histórico, las beguinas se enfrentaban nada más y nada menos que con el poder eclesiástico y patriarcal de una iglesia recelosa por las numerosas fuentes heréticas que surgían por doquier. Ellas consideraban la experiencia religiosa como una relación inmediata con Dios, y que expresaban con propia voz y escritura, y no necesitaban para ello la interpretación eclesiástica de la palabra divina, ya que esta era sencilla y clara.

       Es interesante dentro de esta novela histórica el tratamiento del amor de una mujer del beguinato que ayuda a los heridos mientras espera a su marido que está en la guerra, Elisabeth; la relación entre una extranjera y un español que luchan en distintos frentes, pero cuyos sentimientos son irremediables. Este pasaje que nos cuenta rememora al poema “No sé por qué piensas tú”, de Nicolás Guillén, y a la novela llevada al cine Suite francesa, de Irène Némirovsky. En realidad, estas mujeres no buscaban un aislamiento, como acostumbraban otras órdenes femeninas de encierro y meditación; tampoco querían plantearse como una oposición abierta, ni rebelarse contra la Iglesia que nunca quisieron abandonar, y de ninguna manera aceptaban las acusaciones contra ella vertidas. Se les acusaba de ser simpatizante de una herejía llamada Hermanos del libre espíritu, cosa que por supuesto no tenía fundamento; pero como el tribunal de la Inquisición "siempre" demostraba la culpabilidad de quien quisiere considerar culpable, aquellas beguinas fueron juzgadas sin defensa y consideradas herejes, condenadas a la más penosa y cruel de las muertes, torturadas y quemadas vivas públicamente.

       El secreto de las beguinas es toda una lección de historia, de buena literatura y de un buen manejo del lenguaje. Pedro M. Domene sabe transportarnos desde el principio hasta el final, reviviendo la historia de esas mujeres independientes que vivieron para hacer el bien, al margen de la Iglesia, y que fueron condenadas.







El secreto de las beguinas
Pedro M. Domene
Editorial Trifaldi
Madrid, 2016








Publicado en InfoLibre, Los diablos azules, 23/06/2017.

Soledad Puértolas



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TRÁNSITOS
              
       La crítica, sobre todo, la universitaria tiende a arrojar sombras sobre aquellos autores que gozan de un merecido prestigio, y publican periódicamente sus libros. Lo último leído, a propósito, de Soledad Puértolas (Zaragoza, 1947), consagrada narradora con once títulos, cinco volúmenes de cuentos, textos autobiográficos y ensayos, e incursiones en el mundo juvenil. Compañeras de viaje (2010), su nueva entrega, no añade nada esencial a la literatura de la zaragozana, afirmaba recientemente y con rotundidad un afamado crítico. El libro reúne quince relatos, de una variada extensión y de una paralela intensidad narrativa. Protagonizados por mujeres que evocan algún viaje realizado, junto a sus maridos o acompañantes esporádicos, estas historias pretenden ahondar en una psicología femenina relegando, lo masculino, a un papel secundario, sin que deba verse oportunismo alguno en una sociedad mediatizada por los medios, y por un Ministerio de Igualdad, de fondo. Sobresale en algunos cuentos una clara visión seudo autobiográfica, según manifiesta la propia narradora, el mejor ejemplo, «Otoño de 1968», el resto, recoge una miscelánea con vivencias ajenas. 
               El anecdotario con que se construyen estas historias es lo suficientemente rico, mezcla de ficción y de realidad calculada, sin duda, por la narradora, cuando reescribía episodios de los acontecimientos que caracterizaron estos viajes, mitad diversión y trabajo y que, de alguna manera, se confundieron en una memoria que los relegó al olvido y, con el paso del tiempo, aparecen convertidos en literatura. Estructuralmente, se trata de relatos de corte clásico, abundan minúsculos detalles de observación, escasa información y una excesiva introspección que permite abundantes reflexiones femeninas de las que se vale Soledad Puértolas para cuestionar nuestro papel en la vida. Lo curioso es que, estas mujeres, se convierten en personajes secundarios dada su condición de acompañantes, leáse «Comida coreana», algo que les permite tomar notas de sus relaciones o admirar lugares y ciudades como París, Londres, Nantes, Seúl, una ciudad noruega, incluso en las vacaciones familiares al uso. En ocasiones, visto desde la suficiente distancia, esas amistades se rompen porque los hilos que tejían las circunstancias de los implicados partían de detalles tan insignificantes y poco edificantes que el tiempo los ha puesto en su sitio, ejemplo de la amistad entre dos mujeres, entonces inquebrantable, como alma femenina «Pulseras». Todos los relatos comparten una misma estructura narrativa: surge el viaje, llegan a una ciudad desconocida, se quedan solas y deambulan en busca de una identidad porque es entonces cuando se sienten meros espejos sociales. Por otra parte, Soledad Puértolas se mantiene fiel a esa fina ironía que caracteriza sus textos, o su compromiso con ese frustrante mundo que vivió en su juventud y que ahora, en forma de literatura, recupera convertido en la metáfora de un tránsito mejorado, resultado de esa otra perspectiva que otorga un viaje, concebido, además, como esa bitácora de un mundo interior siempre por descubrir.







COMPAÑERAS DE VIAJE
Soledad Puértolas
Barcelona, Anagrama, 2010

lunes, 25 de septiembre de 2017

Cristina Cerrada



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POBRE MARILYN
              
       Someter la prosa a una calculada fragmentación que, en cierta manera, equilibre paralelamente la atención al pasado como un apunte válido para que la historia pueda concebirse como un auténtico montaje cinematográfico, es una más de esas técnicas que, sin duda, se enseñan hoy a los jóvenes aspirantes a escritores, una posibilidad razonable para engarzar un relato ambicioso aunque en su extensión, como en el caso de, Cenicienta en Pensilvania (2010), apunte a la brevedad, una novela corta que, entre otros, bien pudiera haberse titulado Pobre Marilyn, pero que Cristina Cerrada (Madrid, 1970), narradora de la intensidad, como nos tiene acostumbrados, dulcifica en un auténtico cuentos de hadas, y ensaya contemporizando la soledad, hurga en el rechazo y el aislamiento social, o convierte todo su tema en ese tremendo apunte sobre el sentimiento de ausencia con que conviven los personajes en su obra literaria, y Cenicienta no escapa a su mirada. Una vez más, partiendo de un exquisito ejercicio de estilo,  cámara al hombro, la narradora entra en el difícil mundo de las estrellas de Hollywood para contar el ocaso de Mary, una chica humilde y guapa, envuelta pronto en el espejismo de la fama, del glamour y del fracaso, una historia de ambiente reconocible, entre los focos y el éxito de los estudios cinematográficos. A simple vista, sin necesidad de establecer paralelismo alguno, enseguida identificamos el personaje con el mito cinematográfico de todos los tiempos: la sensual Marilyn Monroe.
       Mary X. inicia la víspera de la Noche Vieja un pequeño y tormentoso viaje a Mazatlán, estará acompañada de su amante Mardom, y buscan frenéticamente a la madre de la joven. Pronto a lo largo de trayecto se establece entre ambos una sucesión de reveladoras conversaciones sobre la desolación en que se desenvuelve la vida actual de la actriz, lejos ya del estrellato que años antes le proporcionara Goran, el productor antagonista de ambos personajes. La novela avanza como si de una auténtica filmación se tratara, escena tras escena, rodadas en tiempo real, y como si de una auténtica técnica cinematográfica se tratara, la madrileña somete su relato a un travelling para ir contando episodios sueltos de una Cenicienta perdida tras el brillo de las grandes estrellas cinematográficas, una irreconocible identidad múltiple que le otorgará la fama en el mundo, «la rubia más deseada de la Tierra», como recuerda. Solo el amor mostrará ese tópico lado redentor que salvará de las garras del infortunio a la joven, envuelta en una atmósfera donde la soledad convierte su vida en el peor de los infiernos, una vez que ella ha descendido hasta el fondo mismo. Cristina Cerrada explota magistralmente las relaciones, incorpora unos diálogos con la más absoluta naturalidad porque, tanto el personaje femenino como el masculino, pertenecen a una clase social que se ha perdido en el ocaso del glamour y ambos solo se identifican lejos de él. Y, sobre todo, maneja la técnica, elimina lo superfluo, deja que el lector imagine y llegue a la convicción de que con su lectura puede desvelar algunos episodios secretos de la mujer más deseada de todos los tiempos. 
                         





CENICIENTA EN PENSILVANIA
Cristina Cerrada
Barcelona, DVD Ediciones, 2010

Desayuno con diamantes, 117



STAMM: CUENTO ESCRITO EN ALEMÁN

              
       Cecilia Dreymüller sostiene, en un minucioso estudio, que 1968 es el momento en que se invierten, en gran medida, los diferentes sentidos en que evolucionan las literaturas en lengua alemana. Será en la parte occidental: la RFA, Austria y Suiza, donde se produce una gran politización, se expande un fervor generalizado de cambio social, y se cuestiona cualquier estética literaria. Surgirá una prolongada fase de crisis, fruto del escepticismo respecto a los alcances propios del lenguaje y, sobre todo, a niveles ideológicos. La literatura resultante centra su atención en el individuo, en mitad de un desilusionado ambiente, cuenta experiencias estrictamente personales, incluye frustraciones pequeño-burguesas, o muestra la escasez de estímulos existenciales, focalizado todo tanto en espacios urbanos como paisajes rurales. Las primeras publicaciones de Heinrich Böll son breves relatos centrados en el trauma bélico reunidos en Caminante, si llegas a Spa...(1950), que delatan a un autor todavía inseguro que tantea su herramienta en busca de ese «lenguaje habitable en un país habitable. Cuando se habla de literatura escrita en alemán habrá que tener en cuenta las aportaciones de la República Democrática Alemana, de la Federal y, por extensión, las de Austria y Suiza, relevantes para el contexto en lengua germana.
       El suizo Peter Stamm (Weinfelden, 1963) afirma que, generalmente, alcanza un determinado estado de ánimo cuando escribe, y a través de ese sentimiento le surge el lenguaje. El tono esencial de su escritura ilustra a un individuo cuando se expone a lo desconocido, de ahí que su literatura, sus novelas y sus relatos, describan momentos en los que todo puede ser posible, y entre las muy notables características de su prosa, el paisaje surge con paralela fuerza, cobra inusual presencia en sus cuentos, que resultan tan áridos y frágiles como se dilucida por la extremada precisión y la fuerza del lenguaje empleado, por sus acertadas y milimétricas descripciones. Sencillez y una inteligible capacidad para construir ambientes, resumen aún más estos relatos.
       El cuento, puntualicemos con certeza, es de los géneros narrativos que atesora seguidores definidos y concretos, baste citar legiones de devotos de autores como Cheever, Carver, Handke, Ford y, aventuramos, con cierta convicción, que tras leer las colecciones de Stamm, los indecisos, se reconciliarán con una literatura que explora ese camino y oscila entre la simple reacción de unos hechos contados, al grado máximo de los mismos, para llegar a través de un lenguaje minimalista a una obsesiva y sorprende verdad, la que mueve el mundo: las reacciones humanas. En una colección como Lluvia de hielo (1999), Stamm reflexionaba acerca de los conceptos de creación y tradición, sin embargo, En jardines ajenos (2003), ofrecía esa otra realidad paralela que da forma y sentido a nuestro yo más cercano; ahora se publica en España, Los voladores (2008), un conjunto de doce relatos tan escuetos y fríos como algunos de los anteriores, con una salvedad: en los presentes, ofrece estímulos o reacciones que en sus personajes conllevan una obsesiva reacción, como se cuenta acerca de una educadora, «La expectativa», que intima con su vecino, bastante más joven, y lo convierte en objeto de su deseo, un excelente relato que abre la colección, y termina, gradualmente, elevando la tensión tanto por el desenlace como por la fuerza en intensidad del lenguaje empleado; casi la misma intensidad sexual que en el final anterior, se percibe en «La ofensa», la relación de dos jóvenes que descubren cierta dependencia emocional, lésbica, con continuas insinuaciones sexuales; y en este mismo sentido temático se incluye, «Tres hermanas». Las expectativas de Bruno en el cuento «El resultado», la tensa espera de un diagnóstico clínico, se resuelven al final, con un escueto, «Pero no será nada. Seguro que no»; y a idéntica conclusión llegará Angelika en «Los voladores» cuando tras verse obligada a cuidar al niño Dominic, dé por finalizada su relación con Benno, y el narrador ofrezca la imagen concluyente de la joven sentada en el inodoro, con el rostro oculto entre las manos, sentido de esa incomunicación con la que Stamm mide el pulso real de una sociedad, cuya convivencia, en pareja, cualesquiera sea su condición, se aleja cada vez más de la huidiza placidez de las relaciones humanas, por ese otro intrínseco malestar, y la levedad que soportamos en un zafio mundo contemporáneo. Es así como lo ve la anciana de «La carta» que descubre, bastantes años después de la muerte del marido, las cartas que este envió a una joven amante, hecho que la obliga a explorar la verdadera naturaleza de los sentimientos de toda una existencia, lo nunca contado y que ahora se vuelve realidad en una muy extensa carta al marido fallecido.
       Los personajes de Stamm tienen el privilegio de intentar convivir en la más absoluta cotidianidad, no se les exigen reacciones extraordinarias, ni deben mostrar actitudes de héroes, pese a las angustiosas situaciones sufridas, aunque en ocasiones logran salir indemnes del dolor que les causa su melancólica circunstancia. Sirva el ejemplo más poético del conjunto, «A los campos hay que acudir...», escrito en segunda persona, ciclo vital con que cierra el escritor suizo Los voladores. Cuenta la vida de un artista que aun en el fracaso de su arte, logra triunfar.

domingo, 24 de septiembre de 2017

Sabías que...




                                          

                      Una mentira es como
                        una bola de nieve;
                       cuanto más rueda,
                    más grande se vuelve.
                                    (Martín Lucero)

viernes, 22 de septiembre de 2017

Jesús Ferrero



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PURGATORIO, INFIERNO, PARAÍSO
              
        Los conceptos del amor y del infierno se entrecruzan en esta novela de amplias pretensiones, como es habitual en la literatura de Jesús Ferrero (Zamora, 1952), aunque en esta ocasión, con Balada de las noches bravas (2010) ensancha horizontes, porque en su relato desarrolla una perspectiva generacional, los hijos de un París convulso, el estigma de una época cuya filosofía, con la visión de Althusser, Foucault, Lacan y Deleuze, concebía la abominación, la locura y la traición como el resultado del más auténtico sentimiento del desamor. Ferrero nos recuerda en esta nueva novela el ambiente juvenil de Ángeles del abismo (2005) y sus problemas para llegar hasta una edad adulta, condicionados por el peso de una memoria, la fuerza e intensidad del pasado y las experiencias desarrolladas a lo largo de una vida, aunque ahora los niños, adolescentes y posteriores jóvenes inquietos de Balada de las noches bravas se muestran deseosos de ampliar mundo, de huir de una vida provinciana, están obsesionados sobre todo por viajar a París, la ciudad de la libertad, ese lugar de culto y cosmopolita que siempre habían soñado.
               Ciro, Beatriz, Alvar, Sara, Rubí, Claudio, Roco, los hermanos Bidar cuentan sus historias, muchas de sus vivencias personales, los escenarios de una niñez y de una pubertad que se desarrolla entre el País Vasco y Pamplona, para posteriormente convivir en ciudades como París, Ginebra, y en el caso de Ciro y Beatriz, los auténticos protagonistas, llegar hasta China, obsesionados por el recuerdo de un enigmático jesuita, el tío Camilo. Ferrero se esconde tras un narrador que recrea excelentes páginas en el sórdido hotel Marigny, lugar por donde pasaran Turgueniev y Tólstoi, o cuando ayudado por Proust, el lacayo Albert Le Cruiziat, lo convirtiera en prostíbulo de muchachos. Sobresale el pulso de las abundantes reflexiones a que somete el texto su autor, epílogo de un romanticismo trasnochado del 68, portadores de una época de incertidumbres, de ideales y de utopías solo posibles en las aulas parisinas, al hilo de lecturas y seminarios de los cultos filósofos del momento. Y aun habría que sumar la visión del narrador acerca de los poetas, Irigoyen, Valente, Costafreda, Carlos Edmundo de Ory, o el profesor Agustín García Calvo  Al mismo tiempo queda, perfectamente, hilvanado el relato de los amores intermitentes y conflictivos de la pareja protagonista: Ciro y Beatriz, la amiga de la infancia, cuya continua deslealtad y traición provoca en ambos esa exploración de las relaciones de pareja y que, de alguna manera, supone asumir el rol entre hombres y mujeres desde una perspectiva de total libertad, incluida la sexual que, indudablemente, provocará el desencanto a toda una generación, y por extensión una excéntrica psicología poco comprendida en la época, que hoy percibimos como de auténtica revolución, aunque nuestros jóvenes ya sienten como trasnochada.








BALADA DE LAS NOCHES BRAVAS
Jesús Ferrero
Madrid, Siruela, 2010

King/ Hawthorne



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HOMENAJE A UN CLÁSICO: Hawthorne/ King.

Stephen King publica El hombre del traje negro, ilustrado por Ana Juan en Nǿrdica/ Libros.


       No siempre Stephen King pretende asustar a sus lectores con sus historias, en ocasiones, y valga el ejemplo, somete su escritura a un severo proceso que sirve de homenaje a un clásico como Nathaniel Hawthorne y a uno de sus cuentos más populares y conocidos, “El joven Goodman Brown”, aunque siguiendo esas características esenciales, también, podamos clasificar este de relato de terror.

El clásico
       Cuenta como el protagonista del cuento, llamado Goodman Brown, realiza un viaje hacia lo más profundo del bosque, acompañado por un lúgubre caballero, en realidad, por el diablo que intenta convencerlo de vivir en un mundo lleno de hipocresía puesto que, quien el joven Brown cree los más destacados miembros de la fe, son adoradores del mal, y finalmente descubrirá que los viejos cultos ancestrales, como el baile de las brujas y los rituales satánicos, siguen vigentes en la silueta que estos hombres proyectan. Aunque se resistirá a los requerimientos del diablo, terminará esa noche con un cambio profundo en su carácter, e incluso llega a pensar, ¿lo he soñado o lo he vivido? Goodman Brown no podrá volver a contemplar, desde ese lúgubre episodio, a sus convecinos, ni siquiera a su esposa como antes.


Nueva versión

       King escribe algo diferente pero guarda ciertas similitudes con el cuento clásico del XIX, aunque alejado en el tiempo, la historia se inicia en 1914 y su protagonista, Gary, solo tiene nueve años cuando en la bifurcación de un río se encuentra con un hombre vestido con un elegante traje negro, un siniestro hombre de ojos anaranjados y aspecto terrible, que le dejará una huella de terror para el resto de su vida. Cuando Gary es ya un anciano, pone por escrito este inquietante encuentro, aterrorizado por la posibilidad de encontrarlo de nuevo.
       Este relato escrito por King está ilustrado en esta ocasión con genialidad por Ana Juan (Valencia, 1961), una ilustradora que como siempre ha trabajado sus obras con esa curiosa mezcla de realidad y sueño, fiel a su estilo oscuro que llena aun más de misterio las páginas ilustradas cuando como con el niño pensamos que el diablo vive dentro de nosotros. En 2010 recibió el Premio Nacional de ilustración. Ha publicado numerosos libros y especialmente destacados son sus trabajos para The New Yorker.
       Stephen King publicó su cuento en 1995, y ganó entonces el World Fantasy Award al mejor relato corto de ficción.






Stephen King, El hombre del traje negro; ilust. Ana Juan; Madrid, Nórdica, 2017; 128 págs.


miércoles, 13 de septiembre de 2017

Sabías que...







         Vieja madera para arder,
                viejo vino para beber,
                 viejos amigos en quien confiar,
                 y viejos autores para leer.
                                   (Sir Francis Bacon)

martes, 12 de septiembre de 2017

Javier Mijé



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CONTAR HASTA DIEZ
              
       Javier Mijé (Sevilla, 1969) es una narrador que siempre cuenta hasta diez para añadir una sola palabra en cualquiera de sus cuentos, y además cuando juega y realiza artificios lingüísticos, con evidentes alusiones a una auténtica prosa poética, lo hace muy seriamente, con un estilo irreprochable, donde cada frase y cada párrafo están cuidados con una obsesiva alusión a la gracia y finura literarias. Hace unos años publicaba una primera colección de relatos, El camino de la oruga (2003), que muy pronto llamó la atención por el dominio de lo íntimo en sus historias, y por su capacidad para retratar la soledad en algunos de sus protagonistas. Recientemente ha vuelto al terreno del cuento con, El fabuloso mundo de nada (2010), un título con la suficiente ironía como para tratar en sus páginas fragmentos, acontecimientos, vacilaciones donde la confusión abunda, y la monotonía contemporánea es tolerable. Con ecos del mejor Carver, señalaba la crítica especializada, aunque las comparaciones con autores de renombrado prestigio nunca facilitan las cosas, el estilo de Mijé posee la brillantez propia suficiente y una especial capacidad para adecuar las alusiones del lenguaje a sus textos, muestra inequívoca tanto del dominio de la realidad como de la imaginación del narrador.
       En El fabuloso mundo de nada Javier Mijé amplia su horizonte geográfico: Londres, Lisboa, Mallorca, Barcelona, aunque su estilo particular, la coherencia en lo huidizo y lo alusivo, es suficiente como para mantener la tensión de estos doce relatos que nos hablan de amor, de soledad, esa que resulta totalmente destructiva, de la incomunicación, del desencanto, del fracaso y de las estrategias de poder, incluso de violencia, tan presente en la actualidad. Sus personajes, de una asombrosa actualidad, muestran un vacío existencial y una insatisfacción crónica, muchos protagonizan parejas rotas, envueltas en una melancolía casi sentimental, cuentan una infelicidad que se traduce en miedo al compromiso, como ocurre en los cuentos «Las tres y diez» o «Asiento de ventanilla» o «Análisis». Son historias cotidianas que aluden a ese desamor apuntado, rupturas sentimentales, aburrimiento o, incluso, hastío. Y una lectura diferente, tan lúdica como esperpéntica, que formaría parte de esa metáfora de la vida, una representación teatral como sucede en el presente, donde la monstruosidad alienta nuestras vidas y, quizá, por este motivo no resulta raro que Mijé ambiente cuatro de sus relatos en el espacio del circo, donde lo monstruoso y lo feo, ejemplifican ese mundo de nada, espectáculo y vida, como ejemplos de un espacio concreto, que incluye fantasía y risa, o representa el continuo movimiento de las caravanas circenses, ejemplificado magistralmente en «Cuento de la mujer barbuda, la luna y el león» y «Un disparo mortal».






EL FABULOSO MUNDO DE NADA
Javier Mijé
Barcelona, Acantilado, 2010

lunes, 11 de septiembre de 2017

Desayuno con diamantes, 116



¿DÓNDE ESTÁS MARILYN?

       Textos inéditos de Marilyn Monroe, Fragmentos (Seix-Barral), escritos entre 1943 y 1962.

               
       Marilyn Monroe continua siendo un misterio, un conjunto de paradojas que rodearon a toda una vida, convirtiéndola en un icono sexual. Fue una rubia tonta a quienes millones en todo el mundo admiraron, la actriz que se casó en varias ocasiones: una de ellas con un escritor de izquierdas perseguido por el maccarthismo de los años cincuenta; en realidad,  un personaje público atormentado por una oscura existencia, con una extensa lista de amantes: políticos, actores y mafiosos. A casi cincuenta años de su desaparición, mucho se ha rumoreado y se ha escrito sobre su vida y el enigma sobre la muerte de una de las mujeres más hermosas de Hollywood, convertida en auténtico mito de varias generaciones de admiradores.
       Norma Jeane recibió su primer nombre por la admiración que Gladys, su madre, sentía por la actriz Norma Talmadge, joven hermosa de ojos de gacela, protagonista de más de sesenta películas, melodramas lacrimógenos, una estrella de belleza expresiva y luminosa. Para Gladys, una operaria de laboratorio que codiciaba la fascinación que ejercían las actrices, el nombre de Norma expresaba una especie de anhelo totémico, una bendición al futuro de su hija; de igual forma, la madre consideró que Jeane era un complemento adecuado. Dos semanas más tarde de su nacimiento, entregaría a Norma Jeane a una familia adoptiva que vivía a unos veinticinco kilómetros: las pautas morales y estéticas de los años veinte, su trabajo, su vida agitada y nómada, eran las premisas más inadecuadas para dedicarse a la maternidad. Las familias de la época completaban sus ingresos cuidando niños adoptivos, así el 13 de junio de 1926 (nació el 1 de junio), Norma Jeane Mortensen fue entregada a Albert e Ida Bolender: él era cartero y ella se dedicaba a sus tareas como madre de un hijo, ama de casa, madre adoptiva, y miembro activo de una parroquia protestante. Para añadir más dramatismo a la vida de la futura Marilyn, antes de cumplir los diez años había pasado por una docena de hogares adoptivos, aunque el dato forma parte de leyenda de Hollywood, y se sabe que vivió, al menos siete de sus primeros años, con la familia Bolender. Las fotografías de los primeros años muestran a una niña encantadora de pelo rubio ceniza, sonrisa atractiva y ojos claros de color azul verdoso. Pero afirmaba que «en casa de los Bolender nadie le dijo jamás que era bonita». Su familia adoptiva le permitió tener un perro callejero, si ella se ocupaba de atenderlo: lo llamó Tippy y siempre estuvo acompañada de su mascota. Al cumplir los siete años, la vida de la pequeña Norma Jeane cambió porque un vecino molesto con la ladridos del perro cogió un revólver y lo mató, la niña quedó en profundo estado de dolor; los Bolender llamaron a Gladys, esta ayudó a su hija a enterrar al perro, pagó la pensión del último mes y se la llevó a un pequeño apartamento que había alquilado para pasar el verano, en Hollywood, cerca de los estudios donde ella y su amiga Grace trabajaban como cortadoras independientes. En el otoño se mudaron a una modesta casita, la vida cambió para ellas, aunque realquilaron el inmueble y lo compartieron con otra pareja: unos actores con poca fortuna. Allí era fácil hablar de cine, las cenas en las largas noches de verano se pasaban fumando y bebiendo cerveza, mientras la pequeña Norma recogía las botellas vacías y las llenaba de flores del pequeño jardín trasero. Por entonces, Gladys conoció la muerte de su abuelo, se había suicidado en un pueblo de Missouri, su padre murió a causa de la locura y, su madre, también por una extraña psicosis maniacodepresiva. Fue cuando comprendió que en su familia existía una verdadera plaga de enfermedades mentales: asustada se negó a comer y a dormir, y cayó en una profunda depresión. A principios de 1934 ingresaría en una casa de reposo en Santa Mónica, y poco después en el Hospital General de Los Ángeles. Norma quedó al cuidado de Grace y de los jóvenes actores, la familia Atkinson. Grace adoraba a Norma Jeane, y de no ser por ella —recuerda Leila Fields— Marilyn Monroe no habría existido. Se deshacía en elogios sobre la niña como si fuera su propia hija, y aseguraba que Norma Jeane iba a ser una gran estrella de cine. Tenía esa impresión, era una convicción. «No te preocupes, Norma Jeane», le decía. «Cuando seas mayor vas a ser un chica hermosa, una mujer importante, una estrella de cine».



Nueva vida
       En 1941 conocería a un apuesto joven de ojos azules, pelo castaño, casi un metro ochenta de estatura, y bigote fino. Era James Dougherty, vivía con su familia muy cerca de Norma Jeane. Actuaba en las obras de teatro del Instituto, pertenecía al equipo de fútbol, incluso había sido elegido presidente de los estudiantes. Limpiabotas, empaquetador de bocadillos y empleado de una funeraria. A finales de 1941, Jim trabajaba en Lockheed Aircraft y para la joven Norma, era «un hombre de ensueño». La fiesta de Navidad de ese año fue un momento especial en la relación de ambos jóvenes, bailando, aseguraba Jim, «ella se apretó contra él muy fuerte, con los ojos cerrados». A partir de entonces iban al cine, paseaban y hablaban de la guerra, y Norma Jeane, de quince años, se sentía halagada por la atención que le prestaba un hombre tan apuesto. Un desagradable acontecimiento iba a llevar a la joven de vuelta al orfanato hasta que cumpliera los dieciocho, cuando pensó en casarse con Jim, hecho que conmocionaría a profesores y compañeros. Sería en junio de 1942 cuando cumpliera los dieciséis, la edad legal en California para contraer matrimonio. Dejó las clases y su formación académica a mitad del décimo grado, circunstancia que provocaría en ella un complejo de inferioridad que muchos supieron más tarde explotar. La ceremonia se celebró el 19 de junio, y en un modesto restaurante, se celebró un pequeña recepción.
       Jim fue destinado a ultramar y cuando volvió dieciocho meses más tarde, Norma Jeane se había convertido en una cotizada modelo, e iniciado una meteórica carrera. Pronto la Twentieth Century Pictures requirió sus servicios como prometedora principiante y a lo largo de 1946 y 1947 aparecería en dos pequeños papeles que no dejaron huella en la filmografía de la posterior actriz. Las fotografías de 1949 se convirtieron en iconos reconocibles a lo largo de la historia, y en diciembre de 1953 Tom Kelly la fotografió para la revista Playboy donde aparecería con un desnudo central y un desplegable en el interior. Tras cuatro pequeños papeles, llegaría La jungla del asfalto (1950), Eva al desnudo (1950) y los grandes éxitos, Niágara (1953), Los caballeros las prefieren rubias (1953), Río sin retorno (1954), La tentación vive arriba (1955), Con faldas y a lo loco (1959), Vidas rebeldes (1961) y la inacabada, Something´s got to give (1962). 


Muerte de un icono
       La noche del 5 de agosto de 1962, el sargento Jack Clemmons prestaba servicio en la comisaria de oeste de Los Ángeles, cuando a las cuatro y veinticinco minutos sonó el teléfono comunicándole que Marilyn Monroe estaba muerta, se había suicidado. Dado que era una noche tranquila, decidió investigar el asunto personalmente. Diez minutos más tarde llegó el policía al 12305 de Fifth Helena Drive, donde encontró a Marilyn en su habitación, desnuda, boca abajo y sin vida, tapada con una sábana. Muy pronto circuló la trágica noticia, periódicos y servicios de noticias habían interceptado las frecuencias de radio de la policía. El lunes 6 de agosto por la mañana, los restos de Marilyn Monroe aún seguían en el depósito de cadáveres del condado de Los Ángeles, sin ser reclamado. El cuerpo deseado por millones de admiradores no pertenecía a nadie. Joe DiMaggio asumió la tarea de ocuparse de los últimos detalles. Durante el sepelio, un organista ofreció unos pasajes de la Sexta Sinfonía de Chaikovski, y después la melodía favorita de la actriz, «Over the Rainbow», del Mago de Oz. Poco antes de cerrar el ataúd, Joe se inclinó y lloró abiertamente mientras besaba a Marilyn y decía: «Te amo, cariño..., te amo», y colocaba entre sus manos un ramillete de rosas.

Fragmentos
       Ahora que se editan Fragmentos, poemas, notas personales, cartas (Seix-Barral, 2010), observamos que Marilyn Monroe fue una mujer compleja, de profundo y hondo espíritu, víctima de un estereotipo fabricado por la industria del cine, y que en su soledad más absoluta escribía poemas, notas personales, cartas y devoraba libros como demuestran algunas de las fotografías recogidas en el volumen. El material reunido en la presente edición, con un prólogo de Antonio Tabucchi, procede de los efectos personales que dejara la actriz tras su muerte en 1962, y fue Lee Strasberg quien durante años guardara el material hasta que pasó a manos de su tercera esposa, Anna, quien los custodiaría durante años. Además de los escritos, la sala Christie subastaría ropa, cosméticos, fotos y otros documentos que no han aparecido en este libro.
       Fragmentos se edita y aparece en las librerías del mundo casi simultáneamente, y en la versión en español se reproducen los textos originales en inglés con su respectiva traducción. Se han editado en un orden cronológico, y cuando en los textos se advierte una palabra en rojo, el editor ha corregido la ortografía o añadido cualquier otra palabra. En realidad, como afirman los editores, esta recopilación nos descubre a una joven que no se daba por satisfecha con las apariencias superficiales y buscaba a través de sus sentimientos la verdadera razón de una tormentosa existencia, refugiándose en la lectura (parece que su biblioteca personal contenía más de cuatrocientos volúmenes), y en personas como Lee Strasberg, a cuyas clases empezó a asistir en 1955, con apenas treinta años, y con el que mantuvo una estrecha amistad y del que aprendería mucho, sobre todo por los métodos que empleaba el maestro: el autosicoanálisis para que el actor sacara de sí los recuerdos y llegara a un autoconocimiento que le llevarían a proyectar mejor los personajes a interpretar. En una entrevista fechada en 1960, el periodista francés, Georges Belmont, le preguntaba a Marilyn por los comienzos de su carrera, y sus notables ausencias en galas y fiestas, ella respondió que, ¡sencillamente, estaba en la escuela! No había completado su formación y asistía a las clases nocturnas de la Universidad de Los Ángeles. De día hacía papelitos en el cine, de noche asistía a clases de Historia, Literatura e Historia de los Estados Unidos. En aquellos momentos leyó clásicos como Milton, Dostoievski y Whitman, así como modernos, Hemingway, Beckett, Kerouac. El dramaturgo Arthur Miller desempeñaría, años después, un papel importante recomendándole nuevas lecturas: la biografía de Abraham Lincoln, de Carl Sandburg, aunque se vanagloriaba de haber leído en 1952, el Ulises, de James Joyce. En estos poemas, en estos papeles, los editores señalan, Marilyn está más viva que nunca.
       ¿Cómo habría sido la historia si Marilyn, en lugar de poseer esa extraordinaria belleza que la hizo famosa para el cine, hubiese sido una mujer de aspecto corriente? —se pregunta Tabucchi en el prólogo. El narrador italiano la compara con Silvia Plath, quien afirma haberse suicidado porque era demasiado sensible y demasiado inteligente. Quizá tras la lectura de este libro, la imagen de Marilyn en el mundo haya cambiado por completo porque estas páginas esconden unos sentimientos que pocos sospechaban. Como afirma Tabucchi, en realidad, estos documentos revelan la complejidad de un alma que se encontraba detrás de una imagen. Poemas, cartas, apuntes y diarios íntimos, notas tomadas al azar, completan la imagen de un bello rostro y radiante.  «Conjugar su apariencia visible —escribe el italiano— con lo que se escondía detrás hace su rostro y su cuerpo aún más hermosos, aún más digna de ensueño».
       Una «Nota personal», de 1943, sirve de inicio de Fragmentos, seis páginas escritas a máquina en la que relata su relación con James Dougherty, acompaña una foto de ambos en Catalina Island, otoño de 1943. En ella se plantea interrogantes sobre el matrimonio, sobre sus expectativas futuras, o se vislumbran desilusiones desde las primeras líneas. Sigue un apartado titulado, «Poemas sin fecha», aunque calificados como «faltos de maestría», para ella, sin duda, estos pequeños textos, poemas o esbozos, simplemente, le permitían expresar sensaciones, deseos o frustraciones, porque como llegó a firmar, Arthur Miller, para sobrevivir, tendría que haber sido más cínica o estado más cerca de la realidad. Pequeños apuntes acerca de la vida, anotaciones sobre la muerte, la soledad, el hastío, sobre hojas sueltas o en papel de hotel. De los años 50, data un cuaderno negro «Record», con ciento cincuenta páginas de las que utilizó doce, en distintas épocas, en las primeras arranca con un desesperado, ¡Sola!, y reflexiona sobre el miedo, diversas sensaciones, y probablemente, anotaciones sobre sus clases de teatro, escenas de películas, incluso abundantes notas sobre aspectos del Renacimiento, puntualizaciones sobre un libro de esa época. Otro cuaderno, de la misma marca, corresponde a 1955, solo utiliza las primeras páginas, aunque han desaparecido la tercera y la cuarta. Puede que daten de sus primeros contactos con Lee Strasberg porque en sus reflexiones lleva a cabo un esfuerzo de introspección, vuelve una y otra vez sobre una infancia plagada de miedos, y el recuerdo de su tía Ida Martin que la obligaba a considerar la vida con un profundo sentimiento de culpa. Por algunas de estas notas, se supone que habría empezado el psicoanálisis: subraya la tendencia a olvidar. Marilyn se alojará durante unos meses en el Waldorf-Astoria de Nueva York a donde ha decidido trasladarse para crear su propia productora junto a Milton Green. Las notas, en esta edición, corresponden a hojas sueltas con el membrete del famoso hotel, un largo poema en prosa, notas sobre las charlas de Strasberg, y una lista de frases que son títulos de canciones, documentos con alguna discontinuidad. La «Agenda Italiana» corresponde a 1955 o 1956, recoge varias hojas con inscripciones de color verde en italiano y ellas Marilyn escribe lo que se le ocurre, entonces su relación con el dramaturgo Miller parece idílica.
       Tras la celebración del matrimonio Miller-Monroe, se trasladan a Londres donde rodará El príncipe y la corista, película de Laurence Olivier. Se alojaron en el Parkside House, y todo funciona bien hasta que la actriz descubre un diario de su marido donde este anota su decepción con respecto a ella. Las notas de «Roxbury» (1958) son de un tono especialmente desencantado, sigue el «Livewire» de color rojo del mismo año, trabaja en los proyectos de El ruido y la furia, aunque pronto le llega la propuesta de Billy Wilder, Con faldas y a lo loco, para cuyo rodaje se traslada a Los Ángeles, en julio. Allí utilizará cinco páginas de este cuaderno de espiral. Abundantes «Fragmentos y Notas» sin orden ni concierto en hojas sueltas, sobres, tarjetas, páginas de directorio dan muestra de su capacidad de observación, automotivación o introspección. En su vida cotidiana, frente a la imagen de mujer desordenada y caótica, Marilyn Monroe se ocupa de ciertos aspectos con mucha meticulosidad: decorar una casa, cenas de cumpleaños, decoración de mesas, equipamientos de cuartos de baño y, además, le encantaba cocinar y para eso anotaba recetas e ingredientes. Diversas cartas a los Strasberg, a la doctora Hohenberg, al doctor Greenson y una entrevista a la que responde por escrito (1962) completan estos Fragmentos. Algunas de las portadas de sus libros y su foto preferida completan el volumen y el «Elogio fúnebre» de Strasberg, fechado el 9 de agosto de 1962, desvela que la Marilyn que conocieron sus amigos era una «persona cálida, impulsiva, tímida y solitaria, sensible y temerosa del rechazo, pero siempre ávida de vivir y de alcanzar la plenitud.