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lunes, 16 de octubre de 2017

Marta Rivera de la Cruz



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MAPA DE LOS SENTIMIENTOS
              
       Existe un complicado mapa de los sentimientos donde aspectos como los celos o la envidia, la lealtad y el amor, se traducen en esos conflictos que los humanos debemos superar, conductas que Marta Rivera de la Cruz (Lugo, 1970) ensaya en forma de novela. En La vida después (2011) se pregunta si es posible una profunda amistad entre un hombre y una mujer sin que la atracción física y el sexo tengan nada que ver en ese contacto.
        Jan, el protagonista masculino de esta historia, muere repentinamente de un infarto, pretexto para que Victoria, profesora universitaria y casada con un millonario aspirante al Senado, viaje al funeral desde Nueva York. Una última carta legada del amigo, prolongará su estancia en Madrid, obligada por el encargo sentimental que deja: su relación con Marga, Solange, la hija fruto de una relación anterior, además de una excesiva suegra. Una realidad muy distinta a la situación anterior: convivir con una adolescente malcriada, cuantificará las enormes deudas y se verá obligada a asumir la posibilidad de salvar la librería heredada por la viuda. Los motivos recurrentes en la obra de Rivera de la Cruz se concretan en el paso del tiempo, en el miedo a una existencia sin sentido e insiste en la necesidad de superar los obstáculos que la vida pone en nuestro camino. Sus personajes resultan vulnerables, débiles incluso, fortalecidos en sus dificultades. Sin duda por este, y no otro motivo, la narradora gallega consigue esa capacidad de crear un vínculo sentimental entre ellos y, sin duda con  el lector, porque aquellos jamás serán conscientes de la cantidad de cosas ocurridas para encontrarse en el punto donde están, para convertirse en quienes son. Los recuerdos de adolescencia y juventud de Victoria, su experiencia universitaria, las tertulias bañadas en alcohol y tabaco, su relación con algunos hombres, incluida la sombra omnipresente de Jan, cubren la primera parte de una narración lineal, con una unidad de pensamiento retrospectivo que provoca una reflexión entre las mujeres protagonistas, una introspección que degenera en el resto de la historia: salvar la situación anímica y económica de estas mujeres para quienes, fortuitamente, se abre un nuevo camino paralelo a su destino: la librería recibe un rollo de película con escenas de una primerísima Greta Garbo, extraña historia que conlleva la posibilidad de contactar con el dueño originario de la cinta, un anticuario londinense, a quien Marga pretende conocer para ofrecerle la mitad del beneficio de su venta. En Londres, el relato retrocede en el tiempo para volver a la Europa de los años veinte y treinta, a Estocolmo y al Berlín prenazi. Es así como Marta Rivera de la Cruz abre un nuevo capítulo en la vida de sus mujeres, de Victoria que disfrutará de una vida después junto a Douglas Faraday. La novela se convierte así en un relato de suspense y, junto a una equilibrada dosis de narración tradicional, ofrece todos los ingredientes de un relato ameno, incluido el desamor, las pasiones e iniquidades en los personajes secundarios que proporcionan un aire folletinesco a la historia para que, sin que desvelemos el final, todos y cada uno de ellos disfruten de otra vida. 
                             






LA VIDA DESPUÉS
Marta Rivera de la Cruz
Barcelona, Planeta, 2011

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